La plaza George Orwell fue el lugar donde se puso la primera cámara de videovigilancia en Barcelona. Paradoja. Esta ciudad dinámica, visitada a diario por miles de turistas, todavía conserva micro-mundos marginales, aunque se quieran ocultar. De pronto, alguien se detiene en lo que toda la ciudad esquiva.
Espontaneidad. | Por JAVIER GÓMIZ
Me adentro por las enrevesadas y sinuosas calles del Barrio Gótico, tan estrechas que ni siquiera en los días de más luz el sol puede con sus rayos bañar el suelo.
Por allí llego a parar a una de las plazas más conocidas que hay en Barcelona, La Plaza del Tripi. Luce el sol. Un sol de principios de invierno que me acompañará en sucesivas visitas a hasta finales de primavera.
Un grupo de cinco personas se encuentra en el centro de la plaza. Están tranquilos. O sólo lo parecen. Sus ojos siempre están expectantes, no descansan y vigilan durante todo el día lo que se acerca a ellos y lo que se va.
Creo que puede ser un buen momento para acercarme a ellos, aunque mi confianza finalmente no da luz verde a mi decisión de aproximarme. Pies de plomo y de barro a la vez. Percibo un momento en el que su dibujo táctico se rompe y me encamino hacia ellos preguntándoles por algo que seguramente puedan darme sin coste alguno: un poco de fuego. Acceden y me piden algo a cambio: un cigarro. Conexión.
Día tras día, y vaya a la hora que vaya, siempre están los mismos. Lo pasan bebiendo cervezas, fumando porros e ingiriendo cualquier tipo de sustancia estupefaciente que les hace olvidar todo ese dolor que acarrean, algunos casi desde el día que llegaron a este mundo. Marcas de expresión que lucen con orgullo, virilidad masculina. Presumen de sus años de cárcel y de sus cicatrices como el que presume de un buen hijo.
Conviven e interactúan unos con otros; a veces, riñen y pelean y otras, sonríen y se abrazan. Aunque siempre gustan de tener la compañía de un otro durante la mayor parte del día a su lado, les justifica su presencia en aquel sitio y su motivo diario para aparecer de nuevo.
Expresidiarios, prostitutas, impedidos, personas con problemas psicológicos, ya sean congénitos o adquiridos por drogas. Traficantes de medio pelo que exponen su vida y su futuro con trapicheos de mala muerte que no les sacarán de esa situación de ruina y por los que se exponen a ir a la cárcel y ganarse fuertes condenas. Algunos parecen echarla de menos.
Tienen sus reglas como todo clan, liderazgo y opresión conviven juntos. Clasismo en el que el respeto al prójimo es una obligación.
Personas olvidadas y dejadas por la sociedad que son miradas con desdén por muchos transeúntes al pasar. Historias que quieren ser liberadas y ser contadas. Apasionantes momentos a destacar y señalar pero que son guardados con recelo por sus dueños y no siempre contados a cualquiera. Cofre de un tesoro por descubrir que guarda su llave en lo más profundo.
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‘Inclosos’ fue el proyecto final de Javier Gómiz, alumno del curso ‘Fotoperiodismo libre 2012/2013’. Aquí puedes ver todos los trabajos que el alumnado presentó.
EXCELENTE TRABAJO, REALISTA, CONCIENTIZADOR Y HUMANO ¿QUÉ MÁS SE PUEDE PEDIR?
FELICITACIONES JAVI !!!