Jordi Borràs: «El escaparate roto de un banco lo provoca la propia administración del banco»

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A veces, los movimientos sociales la llaman Karcelona, pero el fotoperiodista Jordi Borràs (1981), le ha dado un guiño nuevo: Warcelona, una història de violència (Pol·len Editorial). La ciudad de la batalla en la que la violencia institucional estalla cotidiana recogidas durante cuatro años en un libro fotográfico comprometido que exige, en imágenes, su erradicación. | Por AITOR FERNÁNDEZ

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Jordi Borràs | Foto: AITOR FERNÁNDEZ

La Coordinadora de Prevención de la Tortura recoge entre 600 y 700 denuncias al año por maltratos policiales en España. 22 policías han sido condenados por el Tribunal Supremo en los últimos cinco años. En Barcelona, la ciudad donde semanalmente se pueden producir más de 40 manifestaciones, los editores de los mass media encuentran la ilustración perfecta para criminalizar a los movimientos sociales. Pero Jordi Borràs, que los ha vivido a través de su cámara desde los hechos anti-Bolonia en 2009, sabe que la violencia tiene muchas caras. De violencia, de amenazas, de fotoperiodismo y de  otras cosas hablamos en el barrio que le vio crecer, Gràcia. Un barrio forjado, como él, a base de reivindicación social.

[four_columns alpha=»0″ omega=»0″][dropcap_custom]»[/dropcap_custom]Somos la primera generación después de muchos años que vivirá peor que la anterior.»[/four_columns]

Una dedicatoria a tu hijo abre Warcelona: “Perque creixis feliç (…) i mai a la vida hagis de viure aquestes imatges.” Después de lo que has vivido, ¿Es más valiente denunciar la violencia o tener un hijo?

Yo creo que tener un hijo… ¡Lo que pasa es que yo tenía muchas ganas! En la situación que nos encontramos, mucha gente de mi generación esperaba a que las cosas fueran mejor para tener un hijo, pero se han encontrado que las cosas van a peor.

Es complicado. Nosotros somos la primera generación después de muchos años que vivirá peor que la anterior. Y esto hay mucha gente que no lo ha entendido todavía.

¿Crees que nuestra generación será capaz de dejarle un mundo mejor que el que tenemos ahora?

Ésa es la pregunta del millón. Si no hay un cambio social muy fuerte, no. Estamos en una sociedad enferma, es lo que trata de retratar el libro. Sin ese cambio de rumbo estamos condenados a ir a peor. Eso lo dice la historia y los parches no valen.

¿Qué es lo que podría producir ese cambio de rumbo?

Pues la voluntad popular y la conciencia, no hay más. Si hoy la jornada laboral –se supone- es de 8 horas es porque para conseguirlo hubo una huelga salvaje durante 42 días. La gente se tiene que involucrar.

También debe haber la voluntad política de recoger estos cambios. La gente ya tiene una voluntad de cambiar, exige que no se repitan los mismos errores. y esa voluntad tiene que estar recogida en los parlamentos.

¿Ves a algún partido capaz de recoger esa voluntad?

En ese aspecto yo creo que la CUP está haciendo un buen papel, en el sentido de llevar las demandas populares al Parlament. Son sólo tres diputados, pero han conseguido ya ese cambio sustancial. Pero, a pesar de mi militancia en la CUP, creo que la cosa va más allá del cambio político. El cambio no vendrá de los partidos, sino de la gente.

La compañera de Angelo Cilia lo acompaña hacia la ambulancia, después de recibir un impacto de bala de goma que le reventó un ojo | Foto: JORDI BORRÀS

La compañera de Angelo Cilia lo acompaña hacia la ambulancia, después de recibir un impacto de bala de goma que le reventó un ojo | Foto: JORDI BORRÀS

[four_columns alpha=»0″ omega=»0″][dropcap_custom]»[/dropcap_custom]Hay una violencia más grande en la voluntad política de magnificar esa presunta violencia.»[/four_columns]

¿Dónde crees que nace la violencia?

La violencia que retrato en el libro es la violencia de momentos muy concretos: un escaparate roto, un contenedor ardiendo, una paliza, un herido de bala de goma, una mirada…  Pero esto es la punta del iceberg de una violencia mucho más grande. Es el resultado de un descontento social.

Hay una violencia más grande en la voluntad política de magnificar esa presunta violencia. En la huelga general del pasado 29 de marzo se quemaron el mismo número de contenedores que en la verbena de San Juan en Barcelona. Y al día siguiente no vi titulares alarmistas. Con eso no digo que se deban quemar contenedores, sino sencillamente que hay dos varas de medir la violencia. No se habló tanto de los más de 100 heridos que hubo, ni de las tres personas que perdieron su ojo y un bazo.

Así que la violencia del escaparate roto de un banco, seguramente, la provoca el despacho de la administración del propio banco. El propio sistema es violento: 150.000 deshaucios en los últimos cinco años en los Países Catalanes mientras los ricos son cada vez más ricos.

¿Usar eufemismos desde los despachos también es violencia?

Cuando un policía no lleva “porra”, sino “defensa”, cuando una “bala de goma” es una “pelota de goma”, cuando un “tanque de agua” es una “plataforma de agua”,… La perversión del lenguaje es un arma más del Estado.

Ese lenguaje cala en la gente.

La gente piensa que no será para tanto. Suena incluso gracioso, pero todo eso mata a la gente. Que le pregunten a la familia de Íñigo Cabacas o a Ester Quintana.

Por suerte hemos conseguido prohibir las balas de goma.

Sí, eso es una gran victoria. Pero queda mucho por hacer. Las escopetas de foam, por ejemplo, no se han prohibido. Y son armas que se están utilizando en Afganistán, por ejemplo.

Parece que sea lo normal, que nos disparen.

Creo que eso viene de la Dictadura. La bala de goma ya la hacía servir la policía franquista. Los últimos estados que están utilizando las balas de goma son el español y el portugués, los últimos donde cayeron las dictaduras. En Alemania los antidisturbios no van armados, son sólo fuerzas de choque con un escudo de goma-espuma inmenso. Pero aquí no se quiere abordar el modelo policial que tenemos, sólo ponemos parches.

¿Qué es lo que te ha motivado para seguir ahí durante 4 años?

Sacar a la luz las injusticias que he visto durante tanto tiempo, sin esconder ningún tipo de violencia.

En tus imágenes se sugiere eso que los movimientos sociales ya saben: que la violencia institucional está organizada y que, incluso, algunas personas que la ejercen parecen sentirse cómodas en ella. ¿Era ése el objetivo de Warcelona?

Es uno de los objetivos, denunciar el modelo policial. La BRIMO la componen 490 agentes, una pequeña parte de las 16.000 personas que tiene la plantilla de los Mossos d’Esquadra. Algunos me han acusado de dar, con la publicación del libro, mala imagen a todo el cuerpo.  Yo les respondo que los primeros que tendrían que querer cambiar la imagen de la policía catalana deberían de ser ellos mismos. Que hay personas que tienen un problema, y que quererlo esconder es perpetuarlo.

Pero no sólo son los Mossos…

¡Es que tenemos cinco cuerpos de policía, en Barcelona! Y el Estado Español es el tercer país europeo con más policía por cápita. Tenemos un problema.

Violencia policial en el desalojo de los miembros del 15M, el mes de mayo de 2011, en plaça Catalunya | Foto cedida por © JORDI BORRÀS (Esta imagen no tiene copyleft)

Violencia policial en el desalojo de los miembros del 15M, el mes de mayo de 2011, en plaça Catalunya | Foto: © JORDI BORRÀS (Esta imagen no tiene copyleft)

[four_columns alpha=»0″ omega=»0″][dropcap_custom]»[/dropcap_custom]Es un buen momento para el fotoperiodismo,  pero es un mal momento para vivir del fotoperiodismo.»[/four_columns]

En un mundo anestesiado de ver imágenes violentas, ¿hay esperanza todavía en el trabajo de fotoperiodista?

Creo que es un buen momento para el fotoperiodismo, pero es un mal momento para vivir del fotoperiodismo. Hay una calidad enorme y mucha voluntad de hacer buen periodismo, pero hay también una voluntad del poder económico de que esto no tire adelante.

¿Cómo consigues pasar desapercibido para fotografiar en angular esas situaciones de violencia?

Cada vez está más complicado… La policía cada vez pone más problemas, pero también algunos manifestantes. Aunque nunca he sido agredido por ningún manifestante, en cambio, la policía sí que me ha apalizado. Pero hay que seguir acercándose.

¿Cómo es Jordi Borràs con las víctimas que retrata guarda la cámara?

Sigo teniendo relación con algunas. He sido testigo ocular cuando han necesitado ayuda en los juicios, por ejemplo.

Fotoperiodismo como moda, como ego, como competición, para conseguir visitas. ¿Qué te dice todo esto?

Pienso que si un fotoperiodista se preocupa de vender su imagen más que su trabajo, tarde o temprano caerá. El fotoperiodismo tiene un cierto componente de ego, por eso de la marca personal. No me siento cómodo con eso. Valoro, sin embargo, que hay fotoperiodismo de mucha calidad.

¿Qué es lo que te da de comer?

La fotografía y la ilustración. Muy humildemente, pero me considero afortunado, pues trabajo en lo que me gusta. Después de muchos años trabajando en muchas otras cosas. Soy autónomo, cobro cuando quieren y es muy difícil, pero no lo cambio.

¿Has encontrado más respeto en tu profesión de ilustrador o en la de fotoperiodista?

En ninguna de las dos. En general, como freelance, el mismo Estado es el que no te respeta. En Inglaterra cuesta 12 libras darse de alta como autónomo, aquí no sabes cuándo vas a cobrar. Los medios, los clientes, no respetan eso todavía. Quitando eso, creo que son dos oficios que cada vez están más valorados.

Marque la opción deseada: Catalunya / Països Catalans.

Països Catalans. En una concepción federalista del concepto, lo que creo que es un proyecto de futuro.

¿Y cómo te lo imaginas? ¿Crees posible una independencia social?

Sí. Me imagino una confederación con la voluntad de construir, con una voluntad inclusiva. No en una concepción centralista, sí en un Estado donde la sostenibilidad y la transformación social sean valores esenciales.

Después de cubrir el 12 de octubre denunciaste amenazas por parte de la extrema derecha. ¿Alguna vez las hubieses esperado?

Hace muchos años que me dedico a cubrirlo. Ese año había habido amenazas contra la prensa general. Y me tocó a mí como podía haberle tocado a otro. Creo que el tuit fue una escusa y yo el cabeza de turco. La extrema derecha no sabe a veces dónde apunta. Por suerte.

Un escopetero de la Brigada Móvil de los Mossos d'Esquadra dispara un arma sin rebotar la bala contra el suelo. | Foto: JORDI BORRÀS

Un escopetero de la Brigada Móvil de los Mossos d’Esquadra dispara un arma sin rebotar la bala contra el suelo. | Foto: JORDI BORRÀS

[four_columns alpha=»0″ omega=»0″][dropcap_custom]»[/dropcap_custom]La extrema derecha no sabe a veces dónde apunta. Por suerte.»[/four_columns]

En sus medios de comunicación permiten comentarios que amenazan de muerte, directamente. ¿No te da miedo tanta impunidad?

La extrema derecha es un peligro potencial. Recuerda los asesinatos de Carlos Palomino, de la transexual Sonia, de Guillem Agulló, de Roger Albert… Son gente peligrosa.

En «Alerta Digital» se afirman falsedades sin constrastar, incluso una de las víctimas de aquel día dijo que a mí se me “tenía que poner una diana en la cabeza.” Uno de los periodistas me llamó para insultarme y amenazarme… Bueno, eso no es periodismo. Si eso hubiese pasado en la Directa, el medio ya estaría cerrado.

¿Y qué has aprendido las consecuencias de Warcelona?

Que son gajes del oficio, nada más. Y que hay que seguir haciendo buen trabajo.

Tú apoyas el Creative Commons ¿Qué hay de bueno y de malo en trabajar apoyando la información libre?

Lo bueno es la posibilidad de hacer circular el conocimiento, como la Wikipedia. Lo malo es que, muchas veces, la gente no respeta esas licencias, sobre todo algunos medios. Así que quizá sea bueno combinar el uso del copyright y del copyleft. Por ejemplo, un músico puede ganarse la vida aunque registre en Creative Commons, pues puede ganarse la vida ofreciendo conciertos. Pero un fotoperiodista no puede hacer eso.

¿Le da tiempo al ciudadano a procesar tanta información? ¿Ves capacidad crítica?

Estamos acostumbrados a la sobredosis y cada vez el impacto tiene que ser mayor para provocar la reacción. Nos hace falta saber elegir el lugar donde leer la información.

¿Hacia dónde desearías caminar como fotoperiodista?

Tengo un par de proyectos en mente, pero sobre todo me gustaría poder seguir trabajando, es lo más importante.

¿Te has hartado de violencia?

Bueno, es imprescindible seguir recogiendo lo que pasa en la calle. Pero sí, me gustaría vivir con más tranquilidad.

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