«Qué lástima que este país sea tan frágil de memoria»

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Antonia Moncayo, ejemplo de lucha por la supervivencia de las viudas de los asesinados por el Franquismo, falleció ayer. Su nieta, Paqui Pascual, se encargó de que su memoria no se perdiera.

Por AITOR FERNÁNDEZ >

Paqui y Antonia, en un momento de la entrevista, en 2011 | Foto: AITOR FERNÁNDEZ

Paqui y Antonia, en un momento de la entrevista, en 2011 | Foto: AITOR FERNÁNDEZ

«Mi abuela ha fallecido. Fue ayer, día 6. Gracias por dejar su memoria en la historia.» Así nos lo ha comunicado hace unos minutos Paqui Pascual, la nieta de Antonia Moncayo, que completaba las historias que a su abuela le costaba recordar cuando la entrevistamos en 2011 para el proyecto Vencidxs. Antonia se encargó de transmitírselas para que no se perdieran, y Paqui las recogió en su memoria.

La malagueña Antonia Moncayo (Álora, 1919) es paradigma de los cientos de miles de mujeres que tuvieron que salir adelante en soledad, una vez que la estructura franquista aplastó con el genocidio a sus maridos. En este caso, el delito de Antonio Aranda, esposo de Antonia, fue ayudar económicamente y con comida a los guerrilleros, aún rozando la miseria. «No sé cómo se metió en esas cosas», afirmaba Antonia, «yo empecé a darme cuenta de lo que pasaba cuando me pidió ayuda para escribir unos anónimos.» Y escribir esos anónimos (documentos de extorsión para recaudar dinero) le abrió las puertas de la cárcel.

«Fue en 1941. El día que nos metieron presos tuve que ir detrás de él, embarazada como estaba, desde el cuartel hasta la cárcel. Todo el camino andando y todo el pueblo mirando. Usted no sabe la pena que me dio tener que dejar a mi hijo pequeño con mi suegra para entrar en la cárcel. Y más pena tener que estar allí dentro con una barriga que me llegaba a la boca y durmiendo en el suelo, porque ahora no sé cómo dormirán, pero antes dormíamos en colchonetas tiradas en el suelo.»

Y a la salida otra vez la miseria, la soledad de criar a más de un hijo sola, servir a los pudientes y el estraperlo. Y el caciquismo del guardia civil del pueblo, que cuando iba por la calle todos se metían en casa porque ya había liquidado a 23 padres de familia: «Los ricos del pueblo», explicaba Antonia, «fueron los que insistieron para que la Guardia Civil matara a mi marido.»

«Fue en 1950. Era el final de la guerrilla y mi marido hizo un último anónimo para recaudar dinero y que terminaran de marcharse los últimos guerrilleros. Le hicieron una emboscada y lo hirieron con una bomba de mano. Se presentó a las dos de la mañana en casa, mojado después de cruzar un río para escapar y chorreando sangre. Le tapé la herida como pude con una toalla mientras le preguntaba: “Antonio, ¿dónde te llevo yo ahora?”»

Antonio fue finalmente encarcelado, pero lo liberaron muy pronto para aplicarle la Ley de fugas y dispararle por la espalda. «El guardia civil que lo mató, con el vergajo que pegaba a los presos le pegaba a sus propios hijos.» El cadáver lo trajeron a lomos de una bestia para pasearlo por todo el pueblo. A ella, su familia la retuvo para que no lo viera, pero sí pudo comprobar cómo todo el pueblo fue al entierro. Antonia tuvo que repartir a sus hijos y emigrar a Europa para poder sobrevivir.

«No entiendo cómo tantas personas quedaron impunes y cómo los «vencidos» sí pagaron hasta el final», sentía Paqui en la entrevista. Hoy, que parece que la memoria está más pisoteada que nunca, que parece que está olvidada hasta por los partidos emergentes, nosotros no podemos sólo sentirlo por heroínas anónimas como Antonia. «Qué lástima que este país sea tan frágil de memoria», recalca Paqui, la nieta que se encargó de escuchar y transmitir su memoria.

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About Aitor Fernández

Fotoperiodista freelance para el massmedia hasta que fundó DateCuenta. Entre sus proyectos destacan “Las voces de los cayucos”, “Mujeres valientes” o “Vencidxs”, donde se recuperaron más de 100 memorias orales para entender nuestra historia más reciente. También es docente en nuestra escuela de comunicación libre.

There are 2 comments

  1. ROSA MONCAYO

    Gracias primas por cudaarla y mimarla en sus ultimos momentos.Se ve por su cara defelicidad estaba muy feliz y que esa epoca de la guerra la halla quedodo en sus memorias.
    besos y mucho animo. de tu prima rosa

  2. Jose Alfonso Rodriguez

    la historia común en aquellos tiempos no deja de sentir dolor y alegría por saber que siempre hay Antonias que contra todo expone su vida,que hermosa historia hoy antes de dormir tendré un recuerdo por Antonia Moncayo,

Comentarios