RUIDO, 10 años fotografiando la violencia

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Lejos de los focos calientes de información decididos por los intereses políticos y las agendas globales de los massmedia, lejos del huracán, pero en mismo centro, los integrantes del colectivo RUIDO cubren realidades de las que apenas se habla para desvelar grandes injusticias humanas.

Por AITOR FERNÁNDEZ >

"Las Patronas" son un grupo de mujeres voluntarias que dan comida y agua a los migrantes que viajan en el tren en su paso por el municipio de Amatlán de los Reyes, Veracruz. Esta entrega se realiza mientras el tren está en marcha | Foto: TONI ARNAU (RUIDO)

«Las Patronas» son un grupo de mujeres voluntarias que dan comida y agua a los migrantes que viajan en el tren en su paso por el municipio de Amatlán de los Reyes, Veracruz. Esta entrega se realiza mientras el tren está en marcha | Foto: TONI ARNAU (En el camino, RUIDO)

Ahora que cumplen 10 años ya son todo un referente dentro de la fotografía documental, la que tiene los verdaderos valores del periodismo. RUIDO nació en el alumnado de una escuela de fotografía de Barcelona, pero sus miembros aprendieron a hacer lo que hacen desarrollando sus propios proyectos, independizados desde el principio del periodismo convencional. Una nueva forma de desarrollar el trabajo para controlar todo el proceso, desde la elección del tema y la búsqueda de financiación para llevarlo a cabo hasta el diseño y formato de su publicación.

Edu Ponces, uno de los doce integrantes de RUIDO, levantó la redacción de fotografía del periódico salvadoreño El Faro, donde empezó trabajando gratis, pagándose el viaje con su trabajo de camarero. El Faro era un referente del nuevo periodismo latinoamericano y hoy, gracias a esa relación entablada, es uno de los partners habituales de RUIDO. Ponces lleva un lustro fotografiando la violencia en Centroamérica y es coautor de los proyectos En el camino (junto a Toni Arnau  y Eduardo Soteras) y Sala Negra (junto a Pau Coll), ensayos fotoperiodísticos que indagan en los porqués del fenómeno de la violencia en Centroamérica.

Ixtepec, Oaxaca, uno de los municipios donde sólo es posible subirse al tren enmarcha. | Foto: EDU PONCES (En el camino, RUIDO)

Ixtepec, Oaxaca, uno de los municipios donde sólo es posible subirse al tren enmarcha. | Foto: EDU PONCES (En el camino, RUIDO)

En el camino” –sostiene Ponces– “es la historia del abuso de David contra Goliat.” Se fija en el fenómeno del medio millón de centroamericanos indocumentados que atraviesa cada año México en busca de un futuro mejor y denuncia las vejaciones que sufren durante todo el viaje. “Una red de trenes de mercancías atraviesa México” –prosigue.– “El migrante que llega a ellos ya ha caminado más de 3.000 km sorteando el mayor control, el de la parte más estrecha del país, muy presionado por Estados Unidos.” Los que consiguen burlar o comprar a las autoridades migratorias, saltan “en el medio de la nada” a los techos de los mercancías, o entre vagones, y viajan encima de ellos en tramos de más de 8 horas. Durante ese viaje, el crimen organizado aprovecha la indefensión de esas personas para cometer todo tipo de violaciones a los Derechos Humanos, “desde el robo al asesinato.” Según Amnistía Internacional, el 60% de las mujeres migrantes sufre algún tipo de agresión sexual. Los pocos que, tras semanas de viaje, por fin llegan a la frontera, son fácilmente repatriados debido a la alta seguridad estadounidense.

Un migrante mutilado durante un asalto con  machete lee la Biblia en el albergue El Buen Pastor. Tapachula, Chiapas. | Foto: EDUARDO SOTERAS (En el camino, RUIDO)

Un migrante mutilado durante un asalto con machete lee la Biblia en el albergue El Buen Pastor. Tapachula, Chiapas. | Foto: TONI ARNAU (En el camino, RUIDO)

Para producir En el camino, los tres fotoperiodistas “viajaron como polizones en los trenes, se toparon con el miedo que generan los Zetas y recorrieron las veredas de violaciones, asaltos y asesinatos que cada día atravesan decenas de centroamericanos.” Documentaron las consecuencias de las caídas del tren, de los asesinatos y secuestros, de la trata y de las violaciones. Publicaron el material en diversos medios –aunque eso no fuera el objetivo principal– y realizaron un documental (María en tierra de nadie), pero consiguieron cerrar el ciclo llevándolo donde debía ser conocido: en el origen. “Realizamos una exposición pedagógica” –explica Edu – “que llevamos a los lugares en donde se motivan las migraciones y regalábamos crónicas a radios comunitarias de Centroamérica.” De esta forma, trataban de impedir su contagio.

[four_columns alpha=»0″ omega=»0″][dropcap_custom]»[/dropcap_custom]Centroamérica es la región en no conflicto más violenta del mundo y  también la que más sobrepoblación carcelaria tiene.»[/four_columns]

Donde habita el infierno

Sala Negra ha sido un proyecto más intenso, pero también de más difícil salida, debido a la naturaleza de la temática tratada. En el camino tenía sus buenos y sus malos, pero Sala Negra es, en cambio, la historia de los malos.” Tres años de investigación sobre el fenómeno de la violencia en Centroamérica, la región en no conflicto más violenta del mundo, documentan otra realidad que tampoco tiene grandes espacios en las agendas internacionales “a pesar de las cifras de homicidios y el salvajismo que se está viviendo.” Pero los fotoperiodistas van más allá al interesarse por las víctimas y los verdugos, que también se convierten en víctimas dentro de la cárcel. En Sala Negra, un proyecto todavía abierto, uno puede conocer desde el día a día de un médico forense salvadoreño –que en 20 años de profesión ha levantado acta de defunción de casi diez mil cadáveres– hasta la vida cotidiana de los presos de las organizaciones criminales –las pandillas o maras–, que sobreviven en un hacinamiento continuo. “La sobrepoblación dentro de las cárceles en Centroamérica va desde el 200% al 600% en la penitenciaría central del Salvador denominada La Esperanza”, lo que se traduce en una vida insalubre y llena de enfermedades, donde podemos ver escenas tan terribles como la del preso que vivía con las tripas en una bolsa de plástico atada al cuerpo.

El doctor Abullarade inspecciona el cadáver de un asesinado. El Salvador, el país más pequeño del continente americano, contabilizó más de 4.000 homicidios en 2011. | Foto: EDU PONCES (Sala Negra, RUIDO)

El doctor Abullarade inspecciona el cadáver de un asesinado. El Salvador, el país más pequeño del continente americano, contabilizó más de 4.000 homicidios en 2011. | Foto: EDU PONCES (Sala Negra, RUIDO)

Los porqués de esta crisis de violencia son, según Edu Ponces, algo muy complejo. Las guerras civiles en Guatemala y El Salvador provocaron que una generación de refugiados llegara a Los Ángeles durante la década de los 80. En medio de la marginación, los nuevos jóvenes latinos se organizaron para defenderse de las bandas de afroamericanos. “Cuando esas organizaciones fueron deportadas de nuevo a Centroamérica,” –argumenta– “llegaron al terreno mejor abonado para seguir con sus organizaciones criminales porque es una de las regiones del mundo con mayor desigualdad social.” Las maras principales, la Salvatrucha y la Dieciocho están en guerra permanente y monopolizan la violencia frente a un Estado que no da alternativas reales a los jóvenes. “El barrio, lleno de madres que crían a sus hijos solas, se convierte en una referencia para estos jóvenes,” que sienten como una seña de identidad el pertenecer a un clan. Por mi madre vivo y por mi barrio muero es el lema de ambas pandillas.

Una trabajadora del sexo transexual en Tegucigalpa. El colectivo LGTB es, especialmente, víctima del odio en Honduras, la nación del mundo con mayor índice de homicidios. | Foto: EDU PONCES (RUIDO)

Una trabajadora del sexo transexual en Tegucigalpa. El colectivo LGTB es, especialmente, víctima del odio en Honduras, la nación del mundo con mayor índice de homicidios. | Foto: EDU PONCES (RUIDO)

Sobrevivir

En algunas regiones centroamericanas la violencia está tan interiorizada que forma parte de la vida cotidiana de las ciudades. “Recuerdo estar en una terraza y ver a gente lanzando granadas a los bares” –explica Ponces. Y en un mundo donde el periodista ya es un objetivo a erradicar, ¿cómo se puede proteger? Edu argumenta que hay dos claves esenciales para conseguirlo: el tiempo y la información: “Información para saber con quién tienes que relacionarte y con quién no, qué policía es o no corrupta, saber qué momento es bueno para sacar la cámara… Y tiempo para saberlo, para hacerte tus contactos y establecer tu protocolo de seguridad.” El tiempo, algo inexistente para la Era del periodismo instantáneo, pero que es algo esencial para trabajar bien. “En nuestro caso” –concluye– “no recibimos presiones de un editor diciéndonos que Reuters ya ha conseguido la foto.” El tiempo sirve, en este caso, no sólo para entender la información con cierta distancia para ofrecer un verdadero análisis, sino también para sobrevivir.

Jorge Yahir de León, alias Diabolic, es el líder nacional de la organización criminal Mara Salvatrucha - 13 en Guatemala. Actualmente se encuentra en la prisión de máxima seguridad de Fraiganes II, en la ciudad de Guatemala. | Foto: Pau Coll (Sala Negra, RUIDO)

Jorge Yahir de León, alias Diabolic, es el líder nacional de la organización criminal Mara Salvatrucha – 13 en Guatemala. Actualmente se encuentra en la prisión de máxima seguridad de Fraiganes II, en la ciudad de Guatemala. | Foto: Pau Coll (Sala Negra, RUIDO)

RUIDO no recibe presiones de ninguna agencia ni medio de comunicación porque forman un medio de comunicación autogestionando su propio trabajo. El colectivo funciona como una asociación sin ánimo de lucro que se financia con subvenciones y donaciones de instituciones y organizaciones pro Derechos Humanos, y también de la formación que ofrece en escuelas y universidades. Ahora, su trayectoria les avala y ya no tienen que “realizar los trabajos a pulmón”: “En el camino fue hecho de esta manera  y nos costó cerca de 200.000 euros, imagínate el esfuerzo de realizarlo.” Para conseguirlo, el talento de su fundraiser, Laia Gómez, es fundamental.

Como consecuencia del hacinamiento extremo, el suelo de la prisión salvadoreña de Cojutepeque está lleno de un fluido de basura de hedor sofocante. La falta de higiene promueve enfermedades como el hongo y la sarna. | Foto: PAU COLL (Sala Negra, RUIDO)
Como consecuencia del hacinamiento extremo, el suelo de la prisión salvadoreña de Cojutepeque está lleno de un fluido de hedor sofocante. La falta de higiene promueve enfermedades como el hongo y la sarna. | Foto: PAU COLL (Sala Negra, RUIDO)

Más allá de la violencia explícita

Una buena parte del trabajo periodístico está relacionado con la denuncia de algún tipo de violencia, aunque no sea tan explícita. Orilleros (de Ale Cukar y Toni Arnau), por ejemplo, es un poético trabajo que documenta la vida a lo largo del río Paraná, uno de los más grandes de América Latina, que está siendo contaminado por la industrialización y la instalación de presas, lo que afecta a la población, en situación de miseria por no poder vivir ya de la pesca. La ciudad del yeso (Edu Ponces, Pau Coll y Andrea Vanzulli) denuncia la situación de los enfermos afectados por las 16 empresas químicas que forman el Polo Químico en Huelva, con el mayor índice de cáncer de toda España, contra la necesidad de una fuente de ingresos para los cerca de 15.000 trabajadores que viven de ellas. También hay un gran espacio en RUIDO para la fotografía participativa, esa nueva forma de narrar una historia en la que los protagonistas se convierten en los propios fotógrafos y el fotógrafo se convierte en el director de la orquesta.

Gaspar emigró de Paraguay al norte de Argentina cuando la demanda de trabajo era grande. Ahora vive solo y no puede visitar a su familia. Foto: TONI ARNAU (Orilleros, RUIDO)

Gaspar emigró de Paraguay al norte de Argentina cuando la demanda de trabajo era grande. Ahora vive solo y no puede visitar a su familia. Foto: TONI ARNAU (Orilleros, RUIDO)

[four_columns alpha=»0″ omega=»0″][dropcap_custom]»[/dropcap_custom]Hemos cubierto mierda, mierda desesperante durante los últimos 5 años, si no lo hacemos para cambiar algo, ¿para qué?»[/four_columns]

El reto de la unión del fotoperiodismo

La democratización del fotoactivismo emergió con el cambio de siglo y tiene por delante un gran reto. Como RUIDO, otros proyectos fotoperiodísticos están renovando a diario los formatos del periodismo convencional y la unión entre todos ellos vuelve a surgir en nuestra charla con Ponces: “No hay ninguna duda en que hay poca unión entre todos los proyectos fotoperiodísticos, pero eso tiene que ver con que hay mucho fotoperiodista suelto y muy poco gestor del fotoperiodismo” –argumenta– “Pero ¿quién está dispuesto a dejar de ejercer para ser organizador?” Faltan personas que cedan su protagonismo en pro del trabajo de los que quieren producir historias: “ En ese sentido, veo a personas como Silvia Omedes, de Photographic Social Vision, como una voz indispensable en la unión de la fotografía documental.”

La precariedad de esta profesión no facilita tampoco las cosas, pero RUIDO ha superado la precariedad y da esperanza a otros proyectos que comienzan ahora. RUIDO ha conseguido cerrar ciclos y dar auténtico sentido a un trabajo que va más allá de la simple publicación, que llega al origen y tiene todavía el sentido de cambiar las cosas. “Esto es consecuencia de dos cosas» –sentencia Ponces:–  «de haber cubierto mucha mierda, mierda desesperante durante los cinco últimos años y tener la necesidad de hacer algo. Y también de haber nacido en una generación que llegó tarde a los medios y ha tenido que sobrevivir de una manera diferente.

 

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About Aitor Fernández

Fotoperiodista freelance para el massmedia hasta que fundó DateCuenta. Entre sus proyectos destacan “Las voces de los cayucos”, “Mujeres valientes” o “Vencidxs”, donde se recuperaron más de 100 memorias orales para entender nuestra historia más reciente. También es docente en nuestra escuela de comunicación libre.

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