Carta de una deportación

0 Flares Twitter 0 Facebook 0 Google+ 0 LinkedIn 0 0 Flares ×

Sólo cometen una falta administrativa (emigrar irregularmente), pero nuestro Estado los encarcela duramente en los CIEs (Centros de Internamiento de Extranjeros), situados bien lejos de la mirada social. El de Barcelona ha sido protagonista de noticias escalofriantes: vejaciones y abusos policiales que quedan impunes, deportaciones sin previo aviso y en masa e incluso muertes… Pero la humanidad y la solidaridad no entienden de fronteras. Este texto es una carta ficticia basada en un caso real contado en primera persona a la periodista. | Por DANIELA FRECHERO

CIE Zona Franca | Foto: DANIELA FRECHERO

«¿Esperanza?» CIE Zona Franca | Foto: DANIELA FRECHERO

[four_columns alpha=»0″ omega=»0″][dropcap_custom]»[/dropcap_custom]No he podido volver a escuchar tu voz, no sé ni dónde estás. «Camino a su casa”, me dijeron. Pero, ¿qué casa? Si aquí está tu Hogar.»[/four_columns]

Ni siquiera me dejaron decirte Adiós. Ni siquiera pude estrechar tus manos por última vez. Ni siquiera pude abrazarte. Cuántos ni siquiera que se esfuman en el aire.

Todos nuestros planes truncados. Y sin previo aviso.

Llamé y me dijeron que aún estabas allí. Pero, en realidad, por esas horas ya estabas rumbo a la frontera. ¡Malditas líneas del mapa!

Te arrebataron de mi lado,  en la más fría y oscura noche (al menos así la sentí yo). Te despertaron de madrugada, y te anunciaron que “te llegó el día”, que “hoy te vuelves a tu país”.

Sé que existía esa posibilidad, sé que llegaría un día; es lo que les toca a las personas que están en esa situación, dicen. Pero Tú nunca fuiste “esas personas”, tu solo eras (y eres) mi Amor. Pero también sé que mi cabeza (o mi corazón) no entendía de esas cuestiones. Yo siempre te estaría esperando, ¿lo recuerdas? Esta era otra de las tantas tormentas. “Eso” no nos pasará. Ni siquiera podíamos ponerle nombre a “eso”.

No Mataste a nadie, pensaba yo, y ahí estabas. Encarcelado, literalmente.

Siempre me esperabas con una Sonrisa, y yo siempre te la correspondía. Pero ahora entiendo nuestros esfuerzos para que el otro no se derrumbara. Esfuerzos inútiles, que se desvanecían ni bien pisaba el andén para coger el tren camino a casa, Nuestra Casa. Porque Yo me iba, yo era “libre”. Pero tú en cambio ahí te quedabas, y ahí tenias que padecer el peor de los Castigos. ¡Si las marcas de tu cuerpo hablaran! Aunque sé perfectamente que hay cosas más dolorosas para el Alma que  recibir unos cuantos golpes en las duchas.

Solo 15 minutos podíamos pasar “juntos”, cuando nosotros queríamos pasarnos la Vida entera.

“Me equivoqué de sitio y momento al nacer”, me decías por el teléfono, mamparas por medio. “Pero todo estará bien, ya verás”, me decías también. ¿Cómo no te iba a creer?

Ya no caben más lágrimas en mi, si me ahogo es por la rabia e impotencia que emergen desde lo más hondo de mi ser.

Quisiera gritarle a algo o alguien, pero no me sale la voz.

Quisiera Desaparecer. Y a veces eso me hace sentir Culpable, porque desaparecer implicaría que tú también lo hagas. Implicaría perderte. Y eso ya pasó una vez. Esta vez no me lo permitiría una segunda. Me niego.

Todo sigue intacto en la casa. Parece que el tiempo se hubiese congelado. ¡Pasan tan lentos los días! Me parece escucharte aún abrir la puerta, como cada día cuando llegabas de trabajar. Nunca te lo he dicho, pero en el fondo, siempre tenía ese Miedo de que un día no volvieras a cruzar ese umbral, miedo a que te “atraparan” ahí fuera (y así fue).

No he podido volver a escuchar tu voz, no sé ni dónde estás. «Camino a su casa”, me dijeron. Pero, ¿qué casa? Si aquí está tu Hogar.

No tengo ya fuerzas, ¿sabes? No me puedo levantar, tampoco tengo hambre, mis huesos ya empiezan a asomarse bajo la piel. No contesto las llamadas. Nada me importa. Sólo quiero dormir, dormir y no despertar. O despertar y que todo esto sea una maldita Pesadilla. Es la única sonrisa que regalo al mundo, cuando despierto, pero se esfuma cuando reacciono y la realidad me sacude hasta la médula.

“Tienes que aceptarlo” me dicen. Me niego, una vez más.

Otro ni siquiera a la lista: Ni Siquiera puedo terminar esta Carta, terminarla sería como acabar una charla, poner un punto final. Prefiero los puntos suspensivos.

Yo siempre te estaría esperando, ¿lo recuerdas? ….

0 Flares Twitter 0 Facebook 0 Google+ 0 LinkedIn 0 0 Flares ×

About Alumnos DateCuenta

Somos una entidad sin ánimo de lucro dedicada al mundo de la comunicación libre cuya escuela sirve como fuente de financiación de sus proyectos. Queremos revolucionar la enseñanza de las materias de la comunicación gráfica y escrita: nos autogestionamos, somos prácticos, económicos y ponemos el componente humano por encima de todo. Este artículo ha surgido de la tutorización a su autor/a.

There are 3 comments

Responder a Carta de una deportación | stop deportación Cancel