En el Día Mundial contra el Cáncer de Mama, queremos rendir homenaje a todas esas mujeres afectadas, que son las que día a día luchan contra él, cada vez con menos apoyo institucional y en muchas ocasiones con poco apoyo familiar. Recuperamos la historia de Luisa Sánchez, que superó el cáncer de mama hace cuatro años. | Por AITOR FERNÁNDEZ
El cáncer de mama se ha extendido tanto en los últimos años que nuestros departamentos de sanidad poseen políticas y unidades especiales para prevenirlo y tratarlo. «Junta en una batidora que cada vez lo que comemos es más insano, que nuestras vidas son más estresantes y que cada vez hay más antenas y teconología, y te sale el cáncer.» Así me presentó Luisa su enfermedad.
Luisa sabe como nadie lo duro que es haber padecido un cáncer de pecho. En una mamografía rutinaria le detectaron un tumor que en unos días se extendió a tres. Su tratamiento comenzó con una operación inmediata, luego con una serie de sesiones de quimio y radioterapia. Toda la vida tendrá que tomar medicación y hacerse controles periódicos. «Las terapias son peores que la operación. La ‘quimio’ te deja sin fuerzas. Se hace cada tres semanas y durante seis meses no te puedes ni levantar de la cama», prosigue Luisa, «Además, las sesiones son muy largas. La ‘radio te quema el pecho, pero es más rápida y menos incómoda, aunque también tiene muchos efectos secundarios.»
Sobradamente demostrado es que el estado de ánimo es fundamental. Y eso tiene mucho que ver con el entorno en que viven estas mujeres. Algunas cuentan con el apoyo familiar, pero otras no. Pronto se dan cuenta que a los maridos, por ejemplo, les cuesta mucho más aceptarlo que a ellas mismas. «Nosotras» -explica Luisa- «tendemos a hacer que no estamos tan mal para no preocupar a la familia, pero luego nos pasamos mucho tiempo solas.» Durante las largas horas de terapia, me sigue contando, «hablamos de que ya no podemos hacer tantas cosas en casa, hay muchas mujeres que se preocupan porque ha dejado de gustar a sus maridos…» La mujer, a menudo centro de gravedad y punto de equilibrio familiar, cae, y todo se comienza a desmoronar.
Mientras el entorno lo acepta, la mujer inicia su curación, incluyendo en el proceso la curación del entorno mismo. Luisa y su mejor amiga, Ana Mella, que acaba de reconstruirse el pecho, saben que muchas compañeras están saliendo adelante solas, por la voluntad que tienen, sin el apoyo incondicional de las personas que quieren, y que en cambio ellas sí dan cuando esas personas están enfermas.
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Esta historia fue publicada en el libro «Mujeres valientes» ¿Quieres adquirirlo? Pincha aquí.