Her: Amor virtual, emociones reales

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El siempre sorprendente Spike Jonze nos ofrece una distopia pop sobre el amor y la soledad, poniendo un espejo ante una sociedad llena de niñxs grandes y de artilugios que nos ensimisman. | Por PABLO ROGERO

Joaquín Phoenix en un fotograma de "Her", de Spike Jonze

Joaquín Phoenix en un fotograma de «Her», de Spike Jonze

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A nadie se le escapa lo absurdo y contradictorio de esta “sociedad de la comunicación” que nos da las herramientas para relacionarnos y transmitir información de manera instantánea, y que en muchos casos crea monstruitos de cabeza gacha permanente pendientes del móvil. Basta con echar un vistazo en cualquier vagón de metro, patio de colegio o terraza de bar. A medida que la tecnología invade nuestra forma de relacionarnos, surgen dudas sobre el tipo de sociedad que estamos creando y lo vulnerables que somos a lo que se nos oferta a través de las redes sociales.

Dentro del panorama audiovisual actual, son muchos los que se han acercado a este fenómeno, aventurándose algunos a mostrarnos lo que el futuro más inminente puede depararnos. En este sentido destaca de manera notable la miniserie Black Mirror, seis cuentos terroríficos que reflejan de manera intencionadamente provocadora la “sociedad pantalla” que algunos ya vaticinaban hace 30 años.

Despojado de la sordidez británica, pero con un relato similar, Spike Jonze teje una fábula distópica en clave pop en la que un hombre se enamora perdidamente de una máquina. La premisa no es nueva, pero el halo naif con que Jonze envuelve la relación entre Theo y Samantha nos hace cómplices de la historia, que navega entre momentos de bellísima sencillez y un patetismo creciente.

Otra de las características de Her y a la sazón de su protagonista, interpretado por un sensacional Joaquim Phoenix, es la nostalgia. Esa que las redes sociales explotan a la perfección y en la que nosotros, niños grandes, chapoteamos sin remedio en un afán permanente de mitigar nuestros complejos y miedos. En ese querer hacer de todo un recuerdo, una foto para el Facebook, un mensaje de Whats App… “The past is just a story we tell ourselves”, dice uno de los personajes. No en vano, el personaje de Theo trabaja en una empresa que escribe cartas “personales” para seres ”queridos”.

La fotografía, la banda sonora de Arcade Fire, la paleta cromática y los decorados de Los Angeles… todo converge en una historia imperfecta e imperfectamente contada, pero que nos recuerda que todos hemos sido alguna vez como Theo, seres frágiles a la deriva en busca del amor, no el del 14 de febrero, con su celofán rosa y sus emoticonos con corazones, sino el que sacia la necesidad de sentirse aceptado, comprendido, querido en definitiva.

 

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About Aitor Fernández

Fotoperiodista freelance para el massmedia hasta que fundó DateCuenta. Entre sus proyectos destacan “Las voces de los cayucos”, “Mujeres valientes” o “Vencidxs”, donde se recuperaron más de 100 memorias orales para entender nuestra historia más reciente. También es docente en nuestra escuela de comunicación libre.

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