Es el mundo de Vincent Moon (París, 1979), un cineasta independiente que ha recorrido el mundo durante una década en busca de sonidos musicales que comparte gratuitamente en su web. | Por VERÓNICA TARANILLA
[four_columns alpha=»0″ omega=»0″][dropcap_custom]»[/dropcap_custom]Lejos de la parafernalia del negocio de la música, Moon realiza una tarea revolucionaria: devolver el documental musical al nivel más sagrado de la música.»[/four_columns]
Si les digo que asistí a una charla con Vincent Moon la mayoría se quedaría mirándome con cara de nada. Preguntándose o preguntándome: ¿y quién es ese tipo?
Si les digo que ha dirigido vídeos para R.E.M, The National, Tom Jones, Arcade Fire, Sufjan Stevens y Beirut, entre otros, tal vez les empiece a resultar más conocido.
Pero si les digo que ayer asistí a una experiencia religiosa de la mano de Vincent Moon, ¿qué pensarían?
Ahora sí que los he dejado perplejos, o al menos eso espero cruzando los dedos e invocándome a vuestra predisposición benevolente.
Vincent Moon es un director independiente de cine, un explorador de los sonidos que nació en París en 1979 y ha viajado por el mundo a lo largo de los últimos diez años.
Su viaje es ecléctico. En su maleta de explorador caben, desde uno de los festivales de rock más alocados del Reino Unido (el All Tomorrow’s Party) hasta los sonidos peculiares de rituales chamánicos, desde la experimentación de la música electrónica hasta la intimidad de la ‘Beyoncé do Pará’ (la diva de un movimiento musical en Brasil denominado Techno Cutre).
Su sensibilidad es tal que inmediatamente nos arrastra e integra en sus registros. Lo primero que se me ocurre al ver su trabajo es que Vincent es un tipo libre, hace lo que quiere, y en ese torbellino de libertad nos lleva consigo. Su cámara y él mismo, claro, logran mimetizarse con lo que está ocurriendo. Vemos un ejemplo claro de esta capacidad en los vídeos de ceremonias catárticas callejeras que filmó en Indonesia y Chechenia. Precisamente, me llamó mucho la atención el título del trabajo que realizó en el país caucásico, ‘Gran Yihad’.
Según la Enciclopedia del Islam, yihad se refiere al decreto religioso de guerra, basado en el llamado del Corán para extender la ley de dios. Lo que comunmente conocemos como la Guerra Santa islamista. Es decir, tiene una connotación beligerante. Pero Moon nos explicó otro significado de esa palabra. El director contó que la mayoría de musulmanes de Chechenia practican la rama Sufí del Islam y que para ellos la yihad significa la Guerra contra el Ego. Algo así como una ‘guerra’ íntima para ser mejores personas. Identificó a la primera como ‘Pequeña Yihad’ y a la segunda como ‘Gran Yihad’. Bien es sabido que siempre es mucho más difícil pelear contra los propios demonios que contra los de los demás. De ahí lo de Gran Yihad.
El dios del show business
Lejos de la parafernalia del negocio de la música, el trabajo que Moon realiza es una tarea revolucionaria. Sin temor a parecer exagerada, me atrevo a decir que a través de su visión logra devolver el documental musical al nivel más sagrado de la música. Y no digo sagrado porque a veces registre ceremonias religiosas, sino porque nos remite al vínculo básico de comunión mística entre músicos y público.
Vale, ahora os imagino con una mueca torcida y pensando: esta chica ha perdido la cabeza. No, bueno, no lo sé… eso ocurrió mucho antes de conocer a Vincent.
Lo que quiero decir es que la tarea de humanización de la música llevada a cabo por este director es importante para el mundo del documental de música porque supone la muerte del endiosamiento ficticio de los músicos que impone el show business.
En mi opinión, la música como ‘Consuelo metafísico’ no puede estar en altares-escenarios inaccesibles, rodeada de guardaespaldas y de muros a los que solo se puede acceder previo pago de altas sumas de dinero o con pases exclusivos.
El consuelo de la música está al alcance de todos y Moon nos revela o nos recuerda esa sacralidad de ‘dioses’ mundanos y cercanos. Ese reconocer a dios en cada uno de nosotros, un dios a ras de suelo. No uno amenazador y ajeno.
Sin extenderme más, les invito a adentrarse en el maravilloso e increíble mundo de Vincent Moon que generosamente ofrece su trabajo bajo licencia Creative Commons porque, dice: ‘le gusta compartir’.
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