Ni voz en off, ni bustos parlantes. ¿Cómo sería una película de cine documental si su único narrador fuera el sonido del agua? El cineasta ruso Victor Kossakovsky nos vuelve a sorprender con Aquarela, un film con el que reinventa los documentales de naturaleza. Con el agua como único protagonista construye un viaje épico por la belleza transformadora y la fuerza omnipotente de este elemento de la naturaleza.

cine documental
Cartel de la película documental ‘Aquarela’

En la Escuela DateCuenta estamos impacientes por sumergirnos en el universo de Kossakovsky, un autor imprescindible en nuestro curso de Cine Documental. Empieza a finales de octubre y que imparte el cineasta Javier Guerra. “Viktor Kossakovsky es un constante inventor de dispositivos, y el cine documental necesita inventarse mecanismos para afinar su capacidad alegórica”, asegura Guerra cuando le preguntamos por qué es necesario hablar de este cineasta en clase.

Precisamente esto es lo que ha hecho Kossakovsky con Aquarela: rodando a 96 fotogramas por segundo –lo normal en cine son 24fps y para conseguir el efecto de cámara lenta se suele grabar a 50 fps– logratal calidad de detalle que captura todos los micro movimientos, haciendo que las imágenes en pantalla sean enormemente nítidas y vívidas.

El film documental Aquarela making off
Fotografía de making off de CHARLOTE HAILSTONE

Desde las precarias aguas heladas del lago Baikal en Rusia hasta el espectacular Salto del Ángel en Venezuela, pasando por el ojo del huracán Irma en Miami, Kossakovsky nos presenta el elemento líquido en sus múltiples personalidades. En los 89 minutos que dura el metraje nos lleva a una profunda reflexión, con el cambio climático como talón de fondo: este es el planeta del agua, los humanos solo lo ocupamos, vivimos en él.

De hecho, el papel destructivo del hombre sobre la Tierra aparece en un momento de máxima tensión: un coche cruza a modo de atajo las inestables aguas heladas del lago Baikal del sur de Siberia, cuando de repente el hielo se rompe y el coche se hunde. Con este hecho imprevisible junto a otras escenas espectaculares, la película aprovecha para hablar, de forma sutil pero necesaria, del deshielo, una de las grandes consecuencias de la emergencia climática que estamos viviendo.

Un film del futuro en el presente

Apenas hay salas de cine que puedan proyectar este documental en las condiciones en las que se ha rodado, exhibiéndola en todo su esplendor. De momento, solo podemos ver el resultado a 48 fotogramas por segundo –es la máxima velocidad que admiten los cines–, pero si las condiciones cambian en el futuro la película de Kossakovsky será la primera que se proyecte al público general a tal velocidad.

Aquarela está diseñada para explotar al máximo las posibilidades de los sistemas Dolby Atmos. La banda sonora del film a cargo del grupo de heavy metal Apocalyptica le otorga una energía brutal que encaja muy bien con los sonidos de la naturaleza.

«Yo podría hacer un documental sobre una servilleta arrugada y usted se asombraría»

“Lo que trato de enseñar es que se puede hacer una película sobre cualquier cosa”, señala Kossakovsky en un artículo publicado en El Periódico y continúa: “Yo podría hacer una, por ejemplo, sobre esta servilleta arrugada [dice señalando justo eso]. Y usted la vería y se asombraría”. De eso trata su cine: de ver cosas que a priori el resto no podemos percibir. Nos las muestra y nos fascinamos.

“De sus películas, destacaría ‘The Belovs’ donde retrata a dos hermanos”, explica nuestro docente Javier Guerra: “Se nutre de las rencillas acumuladas entre dos hermanos a lo largo de los años, diseccionando la ruda convivencia, las obligaciones del trabajo en el campo y la desilusión de las expectativas no cumplidas”.

Entre otras obras de Kossakovsky que Guerra considera imprescindibles encontramos de ‘Tishe’ y de ‘Vivan las antípodas’. En la primera, el cineasta galardonado con más de un centenar de premios, filma, desde su ventana, la calle de San Petersburgo en la que vive a lo largo de un año, documentando los cambios que sufre y descubriendo a personas en el transcurrir de su día a día.

En ‘Vivan las antípodas’ establece una dialéctica entre diferentes localizaciones del planeta a partir de la condición indispensable de que estén habitadas y ubicadas la una en las antípodas de la otra, en una relación de causa-efecto estética.