En las últimas semanas hemos vivido un tiempo doloroso, difícil y en ocasiones incomprensible que nos ha afectado globalmente y en muchas áreas. Pero también estamos viviendo un momento mágico en el que hemos tenido la oportunidad de soñar y activar el mundo en el que queremos vivir.

Por AITOR FERNÁNDEZ | @aitorrfe
Vídeo del ALUMNADO DE Fotografía Creativa, Proyecto fotográfico e Iluminación en estudio

I’ve got my freedom | FOTO: CLÀUDIA NÚÑEZ

Hay muchos foros en el día a día donde hablamos del mundo en el que vivimos, pero pocos donde hablamos del mundo donde queremos vivir, el mundo por el que desearíamos levantarnos cada día.

Las consecuencias de este virus han sacado lo mejor y lo peor del ser humano. Nos hemos vuelto más humanos -más solidarios o más despreciables, todo es humano- y nos hemos dado cuenta de que formamos parte de un mundo más amplio y diverso del que creíamos.

Las consecuencias de este virus nos han enseñado que si se queman los bosques en Brasil yo acabaré respirando el aire contaminado; que ya no será posible consumir o viajar sin sentido si no queremos vivir las consecuencias; que somos partículas, cada una con su experiencia de vida, pero formamos parte de un campo mucho más amplio que está interconectado. Este virus nos ha enseñado que debemos de poner consciencia en cada uno de los actos que hacemos como individuos y como sociedad.

El ser humano busca culpables. Aprovecha las catástrofes para usurpar el poder, para fomentar el miedo. El ser humano hace eso: es cobarde. Pero el ser humano también hace cosas muy grandes y ha demostrado muchas veces que tiene la capacidad de cambiar radicalmente de rumbo.

Un solo ser humano puede contagiar una idea al resto para transformar el mundo en el que vive. Lo hizo, por ejemplo, Florence Nightingale, quien con su trabajo sobre el cuidado y la higiene durante la guerra de Crimea nos permitió entender el funcionamiento de virus como este; o Rosa Parks, quien en 1955 fue detenida por negarse a ceder el asiento de su autobús a una persona blanca y marcó el inicio de la lucha definitiva contra la discriminación racial en Estados Unidos.

Las sociedades son también sistemas que funcionan como organismos independientes, son capaces de aprender y evolucionar. Si una pequeña parte de la población aprende algo, o siente y piensa sus acciones, el resto de la población puede dar ese salto por contagio.

Ante esta nueva situación la sociedad ha entendido que no va a poder disfrutar más de las comodidades y privilegios de las que disfrutaba, y eso nos ha dado mucha ansiedad. Pero las emociones no deben impedirnos ser todo lo que podríamos ser.

Entender y aceptar esta nueva emoción es el primer paso para empezar a construir el nuevo rumbo que necesita la sociedad para sobrevivir en este mundo. Porque el mundo va a sobrevivir, pero quizá nuestra especie no. Muchas tribus indígenas sentían esa conexión con el medio y la comunidad y por eso lo anteponían a todo lo demás.

Como cantaba Nina Simone en la canción ‘Ain’t got no, I got life’ (No tengo nada, tengo vida) somos afortunados porque todavía disponemos de nuestras manos, de nuestro hígado y de nuestro corazón, la materia prima que nos permite seguir estando y actuando en este mundo. Y eso lo seguiríamos teniendo a pesar de que en algún momento se nos privara de todo lo demás. Seguiríamos disponiendo de nuestra libertad.

Mis alumnos de los cursos de fotografía avanzada y yo hemos ilustrado esta maravillosa canción para empezar a darle la vuelta a este sentimiento negativo que nos invade. La vida nos está dando una nueva oportunidad. Aprovechémosla.

Proyecto de diálogo entre las imágenes y el sonido de los cuatro grupos de fotografía avanzada