«El cine de ensayo se ocupa de lo que no se ocupa la Academia ni el conocimiento científico. Habla desde el yo sin tener que dar datos científicos. El ensayo reflexiona creando a través de la voz y la subjetividad del creador. Resulta una mezcla heterogénea que crea una forma nueva». De esta manera, el cineasta caraqueño Andrés Duque enmarcaba la charla abierta sobre cine documental y de ensayo, que tuvo lugar el pasado sábado 16 de marzo en el Centre Cívic Pati Llimona.

Andres Duque Javier Guerra cine documental
Andrés Duque con nuestro docente del curso de cine documental, Javier Guerra. | Foto: AITOR FERNÁNDEZ

«Todo es manipulación, pero hay que buscar los rastros de realidad y ser honestos»

Por MÓNICA SOLANAS | @monicontomate
Fotografía de AITOR FERNÁNDEZ | @aitorrfe

«El documental de ensayo es ya una forma aceptable y aceptada en el circuito del cine y del arte. Antes era visto como una forma anómala, una corriente extraña que provocaba desconcierto. El ensayo literario es la herejía, decía Theodore Adorno». Acompañado por Javier G. Guerra, docente que conduce el curso de cine documental de la Escuela DateCuenta, Andrés Duque abrió el encuentro explicando qué era el cine documental y de ensayo. El cineasta explicó que hay quien enmarca este tipo de narrativa dentro del cine experimental, pero sus límites son demasiado amplios para explicarlo. También marcó la diferencia que hay entre el cine documental y el cine de ensayo: «El cine documental ha sido visto durante el siglo XX como una manera de explicar una verdad de forma objetiva. El ensayo muestra la belleza de cómo pensamos, nuestra propia visión de las cosas».

El cine de ensayo no empieza a tener una buena acogida hasta el año 2012. Antes de esa fecha, ya se filmaron películas que han pasado a ser referentes del género, también del camino filmográfico de Andrés Duque. Y nos habló de ellos: «Os recomiendo ‘Sans Soleil’ de Chris Marker, un collage que juega con nuestra mente. En este trabajo, Marker reflexiona sobre temas que lo atañen, como la espiral del tiempo —a través de la película ‘Vértigo’ de Alfred Hitchkok— que tanto se ha usado en el cine, también para hablar de la memoria».

La masterclass de cine documental tuvo lugar en Pati Llimona| Foto: AITOR FERNÁNDEZ

La estética del pensamiento

Duque explica que hoy ya existen festivales de cine de ensayo, también una cierta estandarización de sus formas. «Pero eso que hacen es cine que reflexiona sobre el cine, y el cine de ensayo es mucho más: en 2009, la teórica del cine y los medios audiovisuales Laura Rascaroli hablaba en su trabajo ‘The essay problems’ de «su naturaleza informal, escéptica, diversa, disyuntiva, paradójica, contradictoria, herética, abierta, libre y amorfa». El cine es lo más parecido al pensamiento, y el cine de ensayo es la estética de ese pensamiento».

«Sin saber qué era el cine de ensayo, hacía mi trabajo desde lo que yo llamaba libertad». Su documental ‘Ivan Z’ (2004), sobre el cineasta Iván Zulueta, se enmarca dentro del cine underground. «Lo que defendía era la libertad. Siempre he tenido una pulsión por la desobediencia. Para mí, arte es desobediencia y experimentación. Cuando vi la película ‘Arrebato’ de Zulueta me enamoré del personaje de Pedro», un cineasta que filmaba en Super 8.

Duque explica que trabaja desde una forma lúdica de hacer cine. «El año 2000 empiezo a estudiar cine documental en Barcelona, pero era todo muy ortodoxo. En ese momento se pedía un determinado tipo de producto, pero yo no quería hacer productos televisivos«. Es entonces cuando contacta con Zulueta. «Me costó tres años conseguir su permiso. Solo estuve con él tres tardes, no me dio más tiempo. Pero fui a su casa, donde nunca nadie había entrado».

Este trabajo representó para Duque «un viaje mental que me ha llevado a continuar haciendo cine y llegar hoy a estar con la familia Pankrat’ev y a hacer ‘Carelia’, mi último trabajo». Realizado con una beca multiverso de la Fundación BBVA, ‘Carelia: Internacional con monumento’ ya se ha estrenado en Madrid y se proyectará en Barcelona en el marco del D’A Film Festival, que arranca el próximo 25 de abril.

Historias que se cruzan en el presente y con el pasado

‘Carelia: Internacional con monumento‘: fotograma del monumento funerario, cuya inscripción pide a las personas que no se maten unas a otras | Foto: AITOR FERNÁNDEZ

«Empiezo por mi último trabajo porque quiero contar esta historia al revés». La familia Pankrat’ev vive en la región de Carelia, la república rusa vecina de Finlandia. «Durante toda la película se invoca una batalla. Los Pankrat’ev no son muy conscientes de su propia historia: intentan recordar, encontrar. Pero soy yo quien encuentra ese pasado que buscan. La película circula hacia un momento histórico».

La idea inicial de Andrés Duque era documentar los rituales propios de Carelia, rituales en torno a la magia y al chamanismo. «Quería documentar su historia. Fue un chamán quien me puso en contacto con ellos, tras decirme que no iba a encontrar nada porque todo había sido destruido». Los Pankrat’ev estaban preservando una cierta tradición chamánica. «Para mí, esto era mucho más interesante que filmar el típico chamán nórdico: estaban fuera del cliché».

Mientras estaba filmando en Carelia con ellos, Yuri Dmitriev, historiador ruso que estaba investigando la purga estalinista, fue detenido y encarcelado. Sus investigaciones se centraban en una zona boscosa cercana a la casa de los Pankrat’ev, el macizo forestal de Sandarmoh, hoy convertido en monumento funerario «en honor a los caídos —también presos políticos— durante el periodo estalinista. En el tronco de cada árbol de este bosque hay colgada una fotografía de un fusilado». A Duque le fue imposible hablar con Dmitriev, aunque sí pudo hablar con su hija, Katerina Klodt. «A Putin le incomodaba el trabajo de investigación que estaba realizando el historiador».

‘Narrativas de cine documental y ensayo’ fue la última masterclass del año. | Foto: AITOR FERNÁNDEZ

Un hilo mágico que lleva de un personaje a otro

Hay un dicho ruso que afirma que El pasado es más incierto que el futuro, algo que se hace presente en este trabajo a través de la espiral del tiempo. «Trabajando con el presente me encuentro con el pasado, ese bosque en el que hay fosas con represaliados, fotos en los árboles de esos represaliados. Carelia se convierte para mí en un lugar en el que se conjugan la vida, la naturaleza y la muerte». Es María, la hija mayor de la familia Pankrat’ev, la que le habla del dios Pan, una constante en su trayectoria cineasta, desde el trabajo con Zulueta.

Justo antes del trabajo en Carelia había presentado ‘Oleg y las raras artes‘, retrato del compositor y pianista ruso Oleg Karavaichuk. «Otro personaje peterpanesco, otra vez el dios Pan, del que quiero mostrar la cara amable, aunque también aparece el pánico». En sus obras, Duque busca «ese territorio que me define y me da conocimiento para poder hacer una película tras otra».

En una de las escenas de ‘Oleg y las raras artes’, Karavaichuk llena la pantalla con su frágil y rotunda presencia, con su voz y su reflexión: «Todo ha perdido su esencia, también las personas que se dedican a sus asuntos, cuando lo que hay que hacer es apartarlo todo y sentarse en una silla y contemplar el horizonte de la historia». Oleg Karavaichuk aceptó a todo el equipo de Andrés Duque. «Para mí fue encontrarme con la representación de esa libertad que yo siempre busco. Me ayudó mucho con Carelia».

A Oleg Karavaichuk le gustó ‘Ensayo final para utopía‘, la película de Duque sobre el duelo por la muerte de su padre: para Oleg, Andrés era carelio, así se lo dijo. Y la curiosidad le llevó a Carelia. «Así trabajo: tirando de un hilo mágico que me lleva de un personaje a otro, a una espiral del tiempo en la que me encuentro con personas que creo que no tienen que ver conmigo, pero sí existe una conexión. En mis películas hay un cruce constante de identidades, de nacionalidades».

Declaración de intenciones que precede ‘Color perro que huye’ | Foto: AITOR FERNÁNDEZ

Mostrar cómo una persona se narra y construye su identidad

Andrés Duque conecta emocionalmente con los personajes de sus películas. «Eso es lo que quiero contar». Y es esa conexión la que permite que pueda contar. «Me tomó mucho tiempo llegar al personaje de Oleg que aparece en la película. Al final entendí que tenía que mentirle, ponerle trampas, para llegar al personaje niño genio loco. «Vuela como un pajarito», le repetía siempre». Para Duque, el documental con Karavaichuk significó un gran aprendizaje de relación y tratamiento con el personaje. «Nunca tocó el dinero, sus vecinos le cuidaban. Vivía en una chabola sin luz ni agua. Estos son los personajes que yo anhelo: libres, puros, locos».

Color perro que huye‘ es un collage de la vida y los referentes de Andrés Duque. «Es el primer trabajo que hago con conciencia de cine ensayístico». Siempre lleva con él un cuaderno en el que apunta cosas, «os lo recomiendo». Es una reflexión, «Una película se construye a medida que la filmas y la montas. La vida me da el material». «No tengo ni celuloides ni cintas de vídeo. Solo tengo números almacenados en discos duros y cajas de memoria llamadas Quicktime. De ellas he extraído imágenes que ahora junto, ordeno y presento con sinceridad. Aunque, verdades, no son.»

Estaba filmando, se cayó y se fracturó un tobillo, lo que le obligó a guardar tres meses de reposo. Empezó a ordenar material y se encontró con fragmentos «que son también parte de mis memorias, fragmentos que podían haber sido cinematográficos», y decide hacer un collage con esas memorias. A ese collage también añade extractos grabados por sus referentes. «La vida es esto, estos accidentes. Esta caída, la llegada de la ambulancia, los primeros momentos: imágenes que nunca hubieran estado en una cinta y que incorporo a este collage, un viaje entre Barcelona y Venezuela».

Para Andrés Duque esto es el cine ensayo, mostrar «cómo piensas y ordenas, cómo configuras un pensamiento. No es tanto hablar de un tema sino construir un pensamiento. Mostrar cómo una persona se narra y construye su identidad«. Para Duque, trabajar desde la especulación pura y dura no es mentir. «Todo es manipulación, lo digital solo lo refuerza. Hay que buscar los rastros de realidad también en esas imágenes virtuales. Y ser honestos«.